lunes, 14 de noviembre de 2011

hace un año

Hace un año que abrimos nuestro negocio, mas bien su negocio. Estábamos ilusionados con todas nuestras ideas plasmadas ya sobre unos cimientos, una cocina y una barra… dispuestos a romper con lo tradicional, a imaginar un mundo nuevo.
Yo nunca habría tomado esta decisión si no me lo hubiera pedido, pero lo hizo y me tire de lleno en la piscina, sin saber que no estaba del todo llena…
No me lo habría planteado por el sencillo razonamiento, de que mi familia siempre tubo negocios propios, de restauración, me metalurgia, de servicios… y las horas, la esclavitud, las fiestas y los cumpleaños, nunca se celebraban porque el negocio era el negocio, y este nunca dormía. Recuerdo las navidades de mi infancia preparando platos y mas platos para los miles de comensales que llegarían esas noches tan importantes para las familias tradicionales, donde el negocio no era lo primero, sino la familia, la diversión y la alegría. Aunque no puedo criticar mi infancia por esos días de duro trabajo, porque no fue tan mala, trabajaba, pero también me divertía como muchos otros niños jamás soñaron, la imaginación, nuestro mejor juguete…
Los primeros meses fueron duros pero muy divertidos, trabajábamos mucho, pero parecía que todo tenia su recompensa, el futuro pintaba de color de rosas, yo me dedicaba a lo que mejor se hacer, captar clientes, ser amable y lo que mas me gusta de mi trabajo, conocer gente.
Al principio éramos unos cuantos amigos dispuestos a darlo todo, y las cosas iban bien así que no teníamos queja, o eso creía yo.
Los meses fueron pasando y la gente se fue quemando y lo mas doloroso, iban abandonando el proyecto por motivos muy diversos pero el principal, bajo mi humilde opinión, las horas de trabajo, la falta de tiempo para nosotros mismos…. Las discusiones entre parejas, los niños quejándose por no ver a sus padres por querer irse a casa sin entender que no lo hacían por dejarles sin consola, sin tele….
Al cabo de seis meses, nos encontramos solos, con la iniciativa de meter gente que le apeteciera trabajar y ser parte de nuestra familia…
No fue nada fácil encontrar gente competitiva aun estando el país desgraciadamente con un alto nivel de paro, pero probamos, algunos dieron problemas, otros decidimos que no estaban hechos para este trabajo… los hubo buenos y mejores.
Al final conseguimos un equipo, que era la envidia de todo negocio, gente que se implicaba hasta el punto de mirar el negocio como si fuera suyo; era sencillo trabajar con gente así de positiva a tu alrededor. Pero las horas seguían siendo abrumadoras para nosotros, casi dejamos de vernos, pasábamos mas tiempo siendo jefes que siendo pareja, el distanciamiento se empezó a notar. Empezamos a perder nuestras costumbres, dormir juntos, abrazarnos, comer juntos, salir a despejarnos juntos… todo aquello que implicaba estar juntos desapareció, poco a poco dejamos de ser uno para ser dos, dos trabajadores natos que hacíamos dieciocho horas diarias, sin tener tiempo para dar rienda suelta al amor.
Al  principio el cansancio me cegó para ver esta situación, pero el tiempo es sabio y me hizo ver, que aunque rodeada de un montón de gente cada día me sentía vacía, todo aquello que me hacia ser yo, había desaparecido, la música, la lectura, los amigos, los cafés calientes junto a la ventana viendo la tormenta pasar…. Poco a poco me había abandonado por un sueño, que no era el mió…
Agobiada decidí que merecía un pequeño descanso, así que propuse a todos que se organizaran lo suficiente como para que durante un par de días no notaran mi ausencia, necesitaba recuperar algo del carácter alegre... así que decidí ir al primer sitio en el que me sentí yo misma en mi época de adolescente loca, mi pueblo… donde la diversión y los amigos siempre estaban dispuestos a marcar el día, llenándolo de alegrías, de amores imposibles e historias para recordar

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